El artista plástico nos abre las puertas de su refugio creativo en la Alboroza, su hogar y taller donde fusiona texturas y colores para registrar en la historia. Entre la figura y la abstracción, un proceso que destila realidad hasta convertirla en algo casi espiritual.
A veces, desaparecer es la única forma real de volver. Pero en un mundo que premia la exposición constante, nos olvidamos de esa posibilidad sagrada.
Mostrarse no es solo un acto artístico. Es un acto existencial. Y lo existencial nos lleva a derrumbar barreras.