Los argentinos -pero fundamentalmente los mendocinos- solemos elegir entre las playas del Atlántico o las del Pacífico a la hora de disfrutar de unas buenas vacaciones de verano. Con sus pros y contras cada lugar tiene lo suyo. Y algunos prefieren el mar del Pacífico y otros las extensas playas de nuestro Atlántico. ¿Qué se hace en cada costa? Contanos cuál elegiste este verano y por qué.
Dunas cuatriciclos y más
Nuestras playas como todo el territorio argentino, tienen kilómetros y kilómetros de extensión. Uno de los principales atractivos en balnearios como Pinamar son las dunas para andar en cuatriciclones o camionetas 4×4. En esos paseos muchos aprovechan para hacer su picnic alejados del ruido de los principales paradores. En las playas de Chile algo de esto sucede en Ritoque, pero la extensión de la playa no se puede comparar con las de la costa argentina.
Caminatas entre rocas y acantilados
Uno de los atractivos más interesantes de las playas chilenas es el paisaje. El camino costero que zigzaguea entre rocas y acantilados no tiene ningún punto de comparación con la costa atlántica. Hay quienes se animan a decir que es “la osta azul” latinoamericana. Los senderos entre las rocas que unen los distintos pueblitos costeros son especiales para largas caminatas con un toque de aventura. Piscinas naturales, lugares no explorados, playitas vírgenes y otros encantos se descubren en el camino. En el Atlántico se estila encarar excursiones a los faros o a los muelles, o practicar largas caminatas hasta que la playa se vuelve virgen y solitaria.
Prohibido el Pic-Nic
Nos cuesta pero nos hemos acostumbrado. La prohibición chilena de hacer pic-nics en la mayoría de sus playas es un problema que los argentinos hemos sabido digerir. Mientras que en el Atlántico a nadie se le ocurre caer a la playa sin la heladerita para almorzar cuando menos unos deliciosos sándwiches caseros, en Chile podríamos ser expulsados por inadaptados.
Este verano una familia mendocina que se disponía a celebrar el cumpleaños de uno de sus hijos tuvo la osada idea de poner una mesita para apoyar vasos y coca- colas.
La fiesta duró muy poco porque el bañero les advirtió que el hecho de poner la mesita se consideraba “pic-nic”, pero si ponían los vasos y la coca en la lona o en la arena el asunto podía pasar (inadvertido)….
Ni hablar de llevar mascotas y mucho menos de instalar una carpa. Solamente las tumbonas y las sombrillas sin ninguna inscripción propagandística están permitidas.
La carpa, el patio, la ducha y los choclos
Los balnearios argentinos llevan 30 años de diversión. Música, fiestas, tragos (clericó con rabas) y todo lo que haga agradable el veraneo está permitido. Los patios de carpas para soportar el viento que corre habitualmente, las duchas para quitarse la sal y las camas para tomar sol no se ven por Chile. Recién hace unos años en Reñaca despuntan temprano los bares frente a la playa con buena música. Los pocos paradores que hay no son gran cosa y no existe esa costumbre de almorzar en la playa. En Chile se almuerza en la casa, se espera que se disipe la “camanchaca” y se baja a las tres o cuatro de la tarde.
En el Atlántico el amanecer temprano del sol sobre este mar, propone playa apenas se inicia el mediodía. Si los sándwiches son un trabajo, el carrito de choclos playeros pasará. Los vendedores ambulantes están permitidos, los hay de todos los colores y con variadas ofertas, pero el carrito de choclos con sal y manteca derretida son nuestro favorito.
Mate, pisco y clericó
Con cierta timidez los argentinos fuimos “pelando el mate” en las playas del Pacífico chileno. Primero con el espanto de delatar nuestra “argentinidad” y por ende nuestra costumbre picniquera, luego por el temor de ser expulsados de la playa. Pero los chilenos toleran la mateada y ya no es un problema sacar los utensilios para hacer la ronda cuando cae el sol. Ellos resisten la tarde a base de helados “Savory” -riquísimos, por cierto-, y cuchuflí relleno con “manjar”. Pero para darle fuerza a la puesta de sol, en el Pacífico se prefiere un pisco sour. En el Atlántico, un buen clericó con rabas en la carpa, jugando al truco o al backgammon a la hora del té. Si en el Atlántico el día comienza temprano, en el Pacífico la tarde se alarga hasta la puesta del sol, un clásico frente al mar que nadie se quiere perder.
Mariscos y delicias del mar
¿Alguien sabe por qué en ningún tramo de nuestras kilométricas playas hay especialidades marítimas en la oferta gastronómica? No está contemplado dentro de las vacaciones cocinar productos del mar. A excepción del calamar o el cornalito (estilo papa frita) no hay mucho para disfrutar. Las parrilladas, las pastas y las pizzas son mucho más potentes.
Pero si hay algo que fascina en Chile, son los mariscos y el pescado fresco. El programa de la mañana es salir de comprar a la “caleta” más próxima y volver con reinetas, machas, ostiones, locos y lo que los pescadores tengan para ofertar. Después el almuerzo suculento y más tarde la playa.
El deporte nos define
Paleta pelota a morir. ¿O un vóley playero? Vos sabrás en qué playa tenés que estar. ¿Una moto de agua para saltar holas o la tabla de surf? Las heladas aguas del Pacífico no son para cualquiera. El traje de neoprene ayuda si te gustan los deportes náuticos. Pero el mar bravo y nada “pacífico” en esta parte del Océano Pacífico atrae a surfistas y derivados. Veleros y barcos también forman parte del paisaje. Son de los poquitos deportes náuticos que se ven. Lanchas o motos de agua para ocasionales veraneantes, dirigirse al Atlántico.
En las playas argentinas el tejo, el fútbol y el vóley playeros tienen sus espacios para practicarlos. En Chile, infaltables los paleteros y los surfers en la cresta de olas que son considerablemente mejor.