La idea es sencilla y por demás atractiva. Consiste básicamente en la oportunidad de comprar obras originales de artistas mendocinos, hechas en el día, a un precio mucho más bajo que el que tendrían en el mercado del arte. Para la transacción se usa la tecnología: el artista “sube” a su cuenta de facebook las fotos de las pinturas y el primero de sus “amigos” que se comunica con él por mensaje o por teléfono, se convierte en el inmediato dueño de ese original, desembolsando la módica suma de $150.
Para muchos de los adquirientes se trata de la primera obra original que compran, ya que normalmente resultan costosas e inaccesibles para la mayoría del público. Es una especie de “democratización” de las obras de estos plásticos contemporáneos; la propuesta permite que una persona que ve la pintura y dice ‘qué linda’, se la pueda llevar sin pensarlo dos veces.
Para hacernos una idea, en el museo Van Gogh de Amsterdam, podemos comprar un poster-reproducción del artista holandés por 8 euros (unos 77 pesos). Y en el Tate Modern de Londres, por ejemplo, podemos hacernos de una lámina de Roy Lichtenstein por 15 euros (unos 144 pesos).
Generalizando y sin desmerecer al contenido del tubito que podés traerte en el avión, podríamos decir que vale lo mismo una reproducción de los grandes de la Historia del Arte en papel ilustración, que una pintura original de una artista que habita tu misma provincia. Ambas opciones engalanarían tus paredes, pero si yo tuviera que elegir sin dudarlo me quedaría con un acrílico de Fernando Jereb o un dibujo policromo en lápiz de Osvaldo Chiavazza. Originales, únicos e irrepetibles.
Osvaldo Chiavazza, Fernando Jereb, Laura Rudman, Lucía Coria, Paula Dreidemie y Leandro Pintos son algunos de los artífices mendocinos que se han sumado a esta tendencia y ofrecen sus obras en la red social. Algunos lo hacen diariamente y otros en forma esporádica.
Fernando Jereb bautizó esta idea como “La buena obra del día”. Y cuenta que siempre utilizó facebook o el correo electrónico para vender sus obras, aquí y en el exterior. “Son tres obras las que subo todos los días, y si bien no tengo un horario fijo, sería lo ideal. Pero a veces me quedo pintando en la noche, ahora -por ejemplo- estoy trabajando en una serie que me lleva mucho tiempo, la de los corchos. El púbico del otro lado cada vez va creciendo más y más, y por lo general las obras se venden en el momento”, cuenta.
La persona interesada tiene que –atenta- estar del otro lado de la computadora, tablet o smartphone, esperando el momento para “atacar”, apenas el artista sube la foto de la obra. Y es que el primero que se comunica, será quien se quede con ella.
En el caso de Jereb, “la buena obra del día” es acrílico sobre un papel especial, o bien técnica mixta acrílico – tinta. El formato es de 25 x 36 cm. “Son obras que en facebook tienen ese valor ($150), pero valen mucho más, están cerca de los 500 pesos. Y enmarcadas son obras de mil pesos”, explica Fernando.
“Por supuesto que una entrada diaria de dinero viene muy bien, pero esto supera muchísimo el tema económico. Está bueno el sistema para nosotros los artistas porque implica un ejercicio, estamos permanentemente generando. Hay obras que para mí significan mucho y me da no sé qué desprenderme de ellas… yo estoy seguro de que va a pasar mucho tiempo y esas pinturas van a seguir diciendo cosas. Quienes creemos en la profundidad del arte disfrutamos mucho del diálogo que se genera con la obra. Para mí el arte es una forma de comunicación que no va a parar en el tiempo. Lo bonito, lo interesante, lo profundo que tiene es que mi obra va a seguir hablando”.
Y si hablamos de la inspiración nuestra de cada día, para Jereb, ese momento de ilustración, ese sentir del artista, ese estímulo que le hace producir espontáneamente y como sin esfuerzo, no es nada más que “trabajo, trabajo y trabajo”. Como un círculo, el ejercicio cotidiano de crear es el mismo que lleva a que su imaginación no se agote. “Con todas las obras que he subido me he sentido identificado y conforme. Recibo mensajes, llamados… me llegan felicitaciones por todos los medios, es muy lindo. Además, como difusión del trabajo de uno, que la obra tenga ese movimiento, que se vaya y que en menos de un mes haya obras en más de 50 casas… es maravilloso”.
La naturaleza es un aspecto muy presente para el artista a la hora de crear: “Me encanta irme por ahí a disfrutar de los paisajes mendocinos. Nunca he sido un pintor de caballete, pero sin embargo guardo todo en mi memoria visual y después lo reinterpreto. Sarelli me decía que mis ojos funcionan como cámara de fotos, como receptores de imágenes. También trabajo sobre el mundo del vino, que me apasiona. Yo hago mi propio vino hace más de diez años. Cosechamos y lo elaboramos en casa con mis hijos, con mis amigos. Soy un fanático”, cuenta.
Temas como la tala, el calentamiento global o el cambio climático le preocupan: “Son imágenes reales y terribles. Empecé hace algunos años con los ‘paisajes inundados’, que tienen que ver con el cuidado del piedemonte. Van asfaltando y pavimentando estas áreas naturales para construir barrios privados y sacan la flora natural que es parte de nuestro ecosistema”. Según Jereb, sus paisajes inundados -serie que presentó hace dos años en Eslovenia- son una metáfora para tomar conciencia y defender a la naturaleza.
Sillas, carpas de circo, banderines, corchos – casa o corchos – barco… son algunos de los elementos -cíclicos- que aparecen y desaparecen en los trabajos de Jereb. Le pregunto si esta última serie podría enmarcarse en el Surrealismo; pero él prefiere hablar de “realismo mágico, para ser más latinoamericanos”.
¿A dónde le gustaría llegar con “la buena obra del día”? No lo sabe, porque por lo general -afirma- no se propone objetivos. “Sería interesante ver a dónde puedo llegar. Por lo pronto pienso seguir con la buena obra…”, asegura, sonriente, humilde, generoso. Así, se dedicará a esta tarea por la mañana, mientras que por la tarde se ocupará del resto de sus pinturas y continuará enseñando, otra de sus pasiones.
Hace algunos días, luego de esta entrevista, me rendí ante la tentación y esperé agazapada el día, el momento y lo que quería. La buena obra del día que elegí para mí ¡es un corcho – casa!