Desde hace décadas, los amores no convencionales o atípicos reaparecen una y otra vez en el cine tratando de sopesar, aunque sea en parte, tanta previsibilidad a la que nos acostumbra la industria. Hoy, cuando todos los ojos se clavan con suspicacia en Viviana Saccone, de 46, y su pareja de 21, es inevitable rescatar el estupendo film Harold y Maude (1971, Hal Ashby). Hilarante y muy profunda, esta historia de amor entre un chico de 21 (Bud Cort) y una anciana de 76 (Ruth Gordon, la misma de El bebé de Rosemary), desafió todo prejuicio existente en torno del tema y no se quedó para nada en lo platónico. Digamos que, para horror de los más pacatos, fue hasta el fondo.
Pionero en lo que mucho después se iba a conocer como cine queer, Eduardo II (1989) es un estupendo trabajo de puesta posmoderna, firmado por el británico Derek Jarman. El rey en cuestión y su amante varón luchan para imponer respeto a su amor ante la mirada terrorífica de todas las instituciones y de su propia esposa. Nada fácil. Besos, arrumacos y desnudos por doquier en una apasionada proclama gay no exenta de sangre y dolor, y en la que se habla como en el período isabelino, pero se fuma Marlboro y se escucha, en vivo, a Annie Lennox.
Nagisa Oshima fue un experto en materia de amores delirantes. Basta con recordar El imperio de los sentidos (1976). Pero frente al Día de los Enamorados no se puede eludir esa comedia absurda bautizada Max, mon amour, que el japonés hizo allá por el ‘86. En ella, Charlotte Rampling (nada menos) se enamora ¡de un chimpancé! Primero el asunto es clandestino, pero cuando la situación no se puede esconder más, la chica presenta al mono –muy suelta de cuerpo- ante su esposo y demás familiares.
En tono también absurdo, aunque de fuerte impronta existencialista, el film Tamaño natural (1973, Luis García Berlanga) nos presenta a un hombre que lleva una vida tranquila, normal, equilibrada. Hasta que conoce a una muñeca de caucho, diseñada a escala real, y enloquece. La actuación de Michel Piccoli frente a la armónica chica inanimada no tiene desperdicio. ¿Era realmente tranquila, normal y equilibrada su vida? Evidentemente no.
Hace poquito, el austríaco Michael Haneke nos deleitó con Amour (2012) y se llevó el Oscar al Mejor Film Extranjero. La pareja protagónica es octogenaria, pero la película está muy lejos de la típica historia de amor otoñal. Tiene una belleza, por decirlo de algún modo, “despiadada”. Y de la mano de esa belleza, una polémica decisión que justifica incluirla en este mini listado del amor atípico o no convencional. Brillantes Emanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant.