Es sabido que la ciudad de San Francisco es la capital tecnológica del mundo. Hoy son más de 500 las empresas de este rubro que la han elegido como sede. Fácilmente uno podría imaginar que al tratarse de compañías que se dedican a innovar, preferirían instalarse en edificios nuevos, minimalistas y perfectamente creados para sus empleados.
Si bien muchas empresas como Apple encargaron campus multimillonarios a arquitectos top (como la sede con forma de rueda que Norman Foster diseñó para Apple en Silicon Valley), hay una nueva tendencia que todavía no ha despertado grandes oleadas, a lo mejor porque para los habitantes de San Francisco se ha dado como algo natural. Las grandes empresas de IT (tecnologías de la información) de la ciudad no están buscando construir nuevos edificios para instalar sus sedes, sino que están apropiándose del patrimonio construido.
Los ejemplos son muchos. Twitter alquiló un edificio que solía ser una mueblería, mientras que Airbnb (una web dedicada a proveer alojamiento en diversas ciudades del mundo) renovó un centenario edificio industrial. Por otra parte, Yelp (una compañía que ofrece recomendaciones de empresas y negocios) se instaló en una torre art decó de 1920, obra que fue remodelada por una reconocida arquitecta.
Square (compañía de servicios financieros y pagos móviles) instaló sus oficinas en Market Street, ocupando varias plantas de una antigua sede de Bank of America. La empresa de sonido Dolby funciona en lo que fue la torre del Fondo Estatal de Compensación de Seguros, un edificio de oficinas de 1970 increíblemente severo. El Strand Theater, que data de 1917, está exquisitamente restaurado, al igual que el viejo Renoir Hotel y el Hibernia Bank -fundado en 1859 y completado en 1892-, donde Spotify y otras empresas tienen sus sedes.
Zendesk (empresa de software de servicio al cliente) contribuyó a despertar el auge del área del Mid-Market cuando remodeló y se mudó a una antigua casa de muebles y alfombras en 2011.
En 2010, Zynga (empresa que desarrolla videojuegos online) se mudó a un edificio (de 62.000 metros cuadrados y seis plantas) ubicado en una de las zonas más trendy de San Francisco. La firma creadora de Farmville y CityVille se gastó 228 millones de dólares en adquirir el edificio y en hacerle reformas. La idea fue convertir estas oficinas en un sitio cómodo y espacioso, que contara con espacios propios de una empresa tecnológica moderna y cool, al estilo de Google. Los 2 mil empleados con los que hoy cuenta la compañía disfrutan de una cafetería con marca gourmet propia, estacionamiento en la azotea, una máquina de básquet y una sala de caramelos y snacks.
Numerosas otras empresas tecnológicas se han instalado en talleres de reparación de autos, mansiones victorianas y edificios de oficinas vacantes que quedaban de la década del 70. Algunos emprendimientos están sorprendentemente bien resueltos, aunque muchas oficinas se basan todavía en lo mismo: durmientes de ferrocarril reutilizados, los tradicionales focos de Edison y muros de hormigón bruto. Esa parece ser la manera por default en que la tecnología busca dar carácter arquitectónico. Incluso con las cafeterías y los espacios para hacer yoga, el ambiente, como es lógico, se siente algo frío.
Pero, ¿hasta dónde se pueden remodelar estas edificaciones? “Los edificios reciclados alcanzan su reformulación hasta donde lo permita la estructura, teniendo en cuenta además lo indicado por el Código de Edificación correspondiente en cuanto al uso determinado: superficies y alturas mínimas, iluminación, ventilación, etc.”, explica la arquitecta mendocina Mabel Previtera, quien en diversas oportunidades ha visitado la mencionada ciudad estadounidense.
Pero los medios le han dedicado tanta atención a los multimillonarios campus hechos por diseñadores top, que esta tendencia de reutilización adaptativa se ha desarrollado casi de forma anónima.
Sin embargo, el asunto despierta enorme interés entre los habitantes locales: las empresas tecnológicas se han apoderado (entre oficinas existentes y espacio industrial) del equivalente a un nuevo World Trade Center de Nueva York. Esta tendencia, que está impulsada en parte por el deseo que tienen los jóvenes empleados de estas compañías por vivir en ciudades, también ayuda a explicar por qué esos proyectos de la oficina de parques como el de Foster parecen estar fuera de sintonía, incluso antes de que hayan sido completados.
“El hecho de reutilizar -con otro uso permitido, claro- edificios desocupados, algunos de larga data, lejos de perjudicar, favorece en todo sentido a los habitantes de la ciudad. Permite el relleno de la trama urbana, donde existe mayor infraestructura, y donde inicialmente se asentó la mayor cantidad de actividades diarias. Por lo tanto esto permite utilizarla en todo su potencial. Se optimiza el uso de las construcciones ya existentes desocupadas que conforman la estructura urbana”, señala Previtera.
Reutilizar edificios antiguos conserva la arquitectura fundamental de una ciudad. Pero de todas formas el reto es evidente: más gente, terrible tránsito, poca oferta de vivienda y obstáculos a la nueva arquitectura. Las empresas que ocupan estos sitios dependen de un sistema de transporte masivo reforzado y de vecindarios saludables, lo cual requiere algo más que una cultura de reutilización adaptativa.
¿Puede alguien oponerse a la reutilización de edificaciones tradicionales? Nuestra arquitecta consultada opina que no: “Las ventajas de darle uso a estos edificios existentes reciclados dentro del casco urbano de una ciudad son muchas, como la ubicación de estos, que facilita justamente el acceso, ya que hacia el centro existen más medios de transporte y con mayor frecuencia. Esto determina la innecesaria utilización del auto, lo que redunda en menor consumo de combustible, menor cantidad de accidentes, menor cantidad de espacios para estacionamiento que interrumpen la actividad urbana. No se me ocurre ninguna desventaja, aparte de la instalación de algo indebido, o el mal uso de la estructura. Sí hay que ser muy estrictos en el reciclaje, ya que San Francisco es una zona sísmica muy activa”.
“Considero que cualquier arquitecto urbanista debería estar completamente de acuerdo con esto. Lo contrario sería un absurdo. Si no, ¿cuál sería el destino de estos edificios existentes? ¿La demolición? ¿Para construir un nuevo edificio donde se instalaría una empresa comercial?”, señala Previtera.
En la Ciudad de Mendoza existen varios edificios declarados Patrimonio Cultural de la Provincia. Al igual que en San Francisco y que en tantas otras ciudades del mundo, la mayor parte de ellos han sido reciclados, para permitir su uso acorde a las necesidades actuales. “El edificio del ex Banco Hipotecario Nacional, que posee una bellísima fachada de corte neoplateresco y columnas surcadas por relatos mitológicos, invita a una meticulosa lectura. Hoy alberga al Ministerio de Turismo y Cultura de la Provincia. Por supuesto que hay otros edificios reciclados para uso empresarial, comercial, cultural, de esparcimiento, etc.”, ejemplifica la arquitecta.
Los ejemplos sanfranciscanos lo demuestran. La que antaño fuera sede principal del movimiento hippie se ha convertido en la high-tech capital del mundo. Y aunque esos centenares de empresas del sector tecnológico están por supuesto cambiado el rostro de la ciudad, el espíritu hippie parece que sigue intacto: solo hay que recordar que eran ecologistas, y que rechazaban el consumismo y optaban en cambio por la simplicidad. Como la de conservar y reciclar las construcciones existentes para adaptarlas a los usos de hoy.