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Registro #003: Manuel Bustamante: Equilibrio / Sensibilidad

El artesano nos recibe en su casa-taller de La Crucesita, donde la montaña, el hierro y los hallazgos cotidianos en la naturaleza alimentan un oficio que fluye entre intuición y calma.

Hay artistas que trabajan con ideas; otros, con impulsos; y otros, con una sensibilidad tan afinada que pueden ver formas donde nadie más las ve. Registro, el ciclo de Inmendoza que explora los procesos invisibles de los creadores, esta vez nos lleva a La Crucesita para conocer el universo de Manuel Bustamante, un artesano que vive en contacto íntimo con la naturaleza y que encuentra en lo manual una manera de estar en el mundo.

En su casa–taller conviven cuchillos, esculturas, lámparas, piezas de cuero, madera y hierro; objetos recogidos en caminatas; piedras que giran con el viento; palos intervenidos a mano que decoran una puerta, y obras escondidas entre el jardín y la montaña. Para Manu, crear no es un acto aislado sino un estado permanente. 

“Todo es muy espontáneo en mi vida”, afirma y así lo vive: en cada objeto hay un gesto honesto, un equilibrio buscado por instinto, y una sensibilidad profunda hacia aquello que otros pasarían por alto.

El ojo que encuentra formas y fusiones inesperadas

Para Manu, la naturaleza es un museo infinito. Camina todas las mañanas con su perro Víctor y vuelve con nuevos tesoros como ramas con peculiaridades, piedras con relieves inesperados, plumas, maderas gastadas, huesos, flores secas, entre otras tantas formas y objetos. “Todo tiene forma de algo”, explica. Y esa frase funciona como llave maestra para entender su obra.

En su casa hay esculturas pequeñas que parecen camuflarse entre las texturas del hogar; hay piezas en cada repisa, en cada mesa y en cada rincón; hay móviles en ventanas y galerías que se mueven con el viento. No hay pretensión de hacer algo con tal y tal detalle sino que hay observación, intuición y fluidez de ideas.

“Todo me llama la atención. Mi casa está llena de formas”, dice quien también, a veces arma esculturas con solo acomodar un objeto encontrado al lado de otro, o de dejar una piedra tal cual estaba en la tierra cuando la vio por primera vez. Manu no busca la forma sino que la forma lo encuentra a él.

Una de sus virtudes más claras es su capacidad de combinar elementos dispares con una armonía sorprendente. Él mismo lo resume así: “Me gusta la fusión de las cosas. Tengo la virtud de equilibrar pesos, tamaños, colores, formas”.

Dejó la carrera de fotografía en el último año porque lo manual le ganaba. Intervino diapositivas surrealistas, creó lámparas de madera con formas únicas, diseñó esculturas con motores de autitos, y hasta transformó objetos comunes en pequeñas piezas mecánicas. Todo nace desde su capacidad de mirar, de sentir y de hacer.

Ese impulso también lo llevó a construir su casa, a mejorarla con materiales encontrados, a coleccionar piedras para que giren con el viento, a restaurar herramientas para que funcionen nuevamente. Sus obras habitan la línea fina entre lo rústico, lo sensible y lo profundamente intuitivo.

Forjar la vida (y las piezas), con tiempo y música de fondo

Si hay un material que sintetiza gran parte de su sensibilidad, es el acero. Desde chico le fascinaron los mecanismos: motores, camionetas, cuchillos, herramientas, engranajes… Hoy, al prender la fragua, vuelve a ese lugar en el que lo manual es tanto visceral como poético. “El acero caliente es como plastilina, y suena de una manera divina”, comparte con sus ojos entusiastas. 

En su taller exterior, donde golpea sobre el yunque, trabaja los cuchillos como si fueran obras únicas y en realidad lo son. Él no toma pedidos, no pide medidas de manos para hacer moldes. Cada pieza surge del estado de ánimo del día y del encuentro con el material. “Para mí un cuchillo es como un cuadro; lleva mucho amor”. 

Y el gesto de forjar tiene una dimensión más profunda: “El yunque es como la vida. La palabra forjar es para la vida y para las piezas”. El acero le exige una certeza, una vez que avanza en un golpe o una forma, no hay vuelta atrás. Esa irreversibilidad lo mueve y lo ordena.

Dentro de su casa tiene otros dos pequeños talleres donde trabaja de noche, más en silencio, en cosas que requieren detalle: coser cuero, dibujar ideas, pirograbar cabos de cuchillos, intervenir piezas delicadas. “Hay días de cuero, más calmos; y días de fragua, más ruidosos”, dice.

Afuera, en su taller grande, el sonido cambia: martillo, yunque, acero caliente. La música también acompaña esa oscilación. Rock en inglés para golpear, folklore para coser. “La música te va nutriendo lo que hacés”.

Manu suele decir que es distraído, y quizás esa distracción es parte de su magia. Deja piezas apoyadas en el piso -que para él es “una mesa más”-, las observa, las mueve de lugar y espera que llegue su momento. No se apura sino que su objetivo “es disfrutar y ser feliz”. En su universo, cada objeto tiene una historia y cada historia tiene su propio tiempo.

La sensibilidad como oficio

El tacto es un lenguaje en su obra: el relieve del pirograbado sobre madera, la frialdad del acero, la rugosidad de una piedra, la suavidad del cuero trabajado. “La clave de todas las cosas es ser sensible”, dice. Y eso explica por qué valora tanto que quienes compran sus piezas lo visiten, vean el taller, entiendan el detrás de escena. Cada objeto tiene alma, y entregar esa alma es parte esencial del proceso.

Se define como artesano y artista, pero también como algo más amplio; es un un creador inquieto y en movimiento permanente, “soy una fusión de muchas cosas”, asegura. Quizás por eso su obra tiene algo vivo, algo que sigue haciéndose incluso después de que sus manos la sueltan.

El mundo de Bustamante está hecho de quietud y de movimiento, de golpes de fragua y silencios nocturnos, de encuentros fortuitos con la naturaleza y de una sensibilidad que transforma lo cotidiano en obra. Su universo es espontáneo, fusionado, equilibrado. Un registro constante de lo que observa, siente y vive.

Con él, Registro vuelve a entrar en ese espacio donde las ideas no solo se piensan: se forjan. Y mientras Manu continúa creando piezas únicas, ya nos preparamos para el próximo capítulo de este ciclo, que seguirá explorando los mundos íntimos donde nace el arte.

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