El pulso artístico de Mendoza sigue expandiéndose y este ciclo vuelve a poner el foco en quienes hacen, investigan y reinventan sus lenguajes desde múltiples materiales, ideas y territorios. En esta nueva entrega, nos encontramos con cuatro creadores que trabajan desde lugares muy distintos pero con una misma necesidad: construir sentido a través de la forma, el color, los objetos y la materia que los rodea.
Desde la reutilización de plásticos que encuentran un nuevo destino en manos de un artista emergente hasta los dibujos que se vuelven memoria, paisaje o emoción. Desde la arquitectura pensada como diseño sensible hasta las obras que desafían disciplinas y formatos contemporáneos, este capítulo del ciclo reúne búsquedas personales que también dialogan con el contexto, la identidad y las preguntas de nuestro tiempo.
Un recorrido por las nuevas búsquedas que hoy vibran en la escena local.
Nicolás Loüet: rematerialización de descartes plásticos

Artista visual, diseñador gráfico, músico y futbolista, Nico Loüet entiende su obra como el punto donde todas sus facetas convergen. “Todo lo que hago va nutriendo a mi parte más fuerte y esencial, a mi canal artístico visual”, dice. Su formación arrancó en 1997 con maestros como Leandro Pintos, Laura Rudman y Adelina Tarditi, pasó por la Escuela de Bellas Artes y se extendió a ferias, muestras colectivas y proyectos que lo consolidaron como una voz inquieta de la escena local.
En el corazón de su trabajo aparece la rematerialización: la posibilidad de transformar descartes plásticos y residuos tecnológicos en nuevas piezas cargadas de sentido. “Cuando estoy fundiendo los plásticos es como un poema: la materia se licúa, cambia, se deforma y vuelve a ponerse rígida”, cuenta sobre su trabajo expuesto en Tecnofósil, donde funde plásticos, filamentos y piezas defectuosas de impresiones 3D para crear esculturas, frisos y cuadros tridimensionales. En paralelo desarrolla Remake, un proyecto donde interviene afiches publicitarios y soportes gráficos cotidianos, regresando al gesto primitivo del dibujo. “Volvieron los 90. Y yo volví a dibujar como cuando era chico, sin esperar nada”, comparte quien aplica collage en ese tipo de obra y dibujos a mano con fibrones y lápices.
Actualmente participa de la muestra colectiva “Donde el gesto es cicatriz” en Barrio Chino, junto a Alexis Delgado y Gunz Elst. En todas sus búsquedas aparece el mismo pulso: trabajar con lo que pide ser transformado, haciendo arte “desde las vísceras”, como él mismo dice, para convertir lo no dicho en materia y movimiento.
Emilia Prato: arquitectura, geometría y sistemas que se tejen

Arquitecta de formación y diseñadora por instinto, Emilia Prato lleva más de dos décadas explorando cómo las ideas se vuelven materia. Su recorrido incluye obras públicas, viviendas, clínicas y proyectos de gran escala donde aprendió a presupuestar, dirigir equipos y construir aquello que imaginaba. Esa base técnica -sumada a su sensibilidad artística- la llevó a bajar la escala y acercarse a un diseño más creativo, donde conviven interiores, mobiliario y piezas geométricas que dialogan con la luz, el color y el espacio. “Para mí, todo parte de un sentimiento: qué quiero que pase en ese lugar”, cuenta.
En los últimos años desarrolló junto al artista óptico–geométrico Alejandro Stein FORMA Studio Lab, un estudio donde arquitectura efímera, arte y diseño conviven bajo un mismo sistema constructivo. Sus obras nacen del tejido con cintas plásticas producidas y teñidas a medida, un material resistente al sol y la lluvia, que se tensa sobre bastidores para formar módulos replicables: cuadros, biombos, parasoles, cielorrasos o paneles que filtran luz y generan patrones vibrantes. Emilia aporta la visión espacial, la resolución constructiva y la lectura del sitio, mientras que Stein trabaja el detalle y la búsqueda geométrica. “Siempre sentí que iba a crear un sistema constructivo, y este tejido lo hizo posible”, dice.
El estudio ya intervino bares, viviendas y salas culturales con piezas que mezclan arte y funcionalidad, como el diseño integral de Oye Listening Bar y la propuesta visual de Bali Andino. El tejido -descubierto en el proyecto ConCuerdas- se volvió su lenguaje para unir lo arquitectónico con lo pictórico y activar experiencias inmersivas donde la luz, la sombra y la textura son protagonistas. “Me gusta trabajar en grande, pero también sentir la manualidad. Esta fusión fue encontrar mi forma”, resume Emilia sobre un camino que combina técnica, intuición y geometría en cada obra.
Omar Jury: entre lo visible y lo que falla

Artista mendocino formado en el Colegio de Bellas Artes y en la UNCuyo, Omar Jury desarrolla desde hace más de una década un cuerpo de obra que cruza dibujo, escultura, pintura, instalación y performance. Su recorrido incluye muestras en distintas provincias, el Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella y el Primer Premio Adquisición del Salón Regional Vendimia 2023, distinción obtenida con una pieza que articulaba cerámica y dibujo. Ese tránsito diverso le dio un lenguaje propio, ecléctico y en constante transformación, donde cada disciplina es puesta en duda para revelar su fragilidad y, a la vez, su posibilidad.
Su búsqueda se concentra en aquello que no se percibe del todo: estados mentales, zonas ambiguas, lo intangible, lo que está a mitad de camino entre una cosa y otra. Las obras de Jury dialogan con lo indefinible y exploran la falla como territorio fértil: la escultura como ausencia de materia, el dibujo como interrupción de la representación, la pintura como borde entre lo figurativo y lo abstracto, la fotografía como memoria que se desgasta. “Me interesa moverme donde la representación empieza a fallar y volverse extraña”, dice. Entre azules bajos, naranjas y cerámicas en barro rojo, su paleta acompaña esa sensación de deriva, mutación y extrañeza.
En la actualidad atraviesa un proceso de decantación y producción en su taller, pensando obras de mayor escala y piezas que se expandan hacia experiencias completas -una sala, un clima, una percepción específica- más que hacia objetos aislados. También desarrolla clínicas de formación artística y acompaña proyectos expositivos, entendiendo que el pensamiento, la lectura y el intercambio son parte esencial del proceso creativo. Su trabajo no es autorreferencial, pero deja filtrar una mirada sobre el mundo: lo mutable, lo invisible, lo que vibra en el intersticio. Allí, en lo que no termina de definirse, es donde Omar Jury encuentra su lugar para decir.
Guillermo Danna: dibujos y pinturas entre la intuición y el realismo mágico

Dibujante desde siempre, Guille Danna encontró en el último año un nuevo pulso creativo: una pintura figurativa atravesada por símbolos, criaturas y escenas que dialogan con el realismo mágico. En esta etapa abrió espacio a lo narrativo -algo que antes evitaba- y permitió que la intuición guiara la aparición de su característica figura humana y/o su contraparte animal (como toros, tigres y caballos), árboles, frutas y cielos. “Voy decidiendo qué entra en la imagen desde un lugar más inconsciente”, cuenta sobre este giro que intensifica lo fantástico y lo surreal.
Su obra se mueve entre dos fuerzas: lo intuitivo que surge sin explicación y los símbolos mitológicos e históricos que compartimos culturalmente. Desde mariposas y serpientes hasta bustos griegos, escenas literarias o gestos del destino, cada cuadro combina elementos impulsivos con otros profundamente arraigados en el imaginario colectivo. Trabaja mayoritariamente con óleo -por su secado lento y su riqueza cromática- y viene migrando hacia formatos más grandes, superando el 1.20 mts. para lograr piezas de impacto visual. En su proceso creativo incorpora lo digital como etapa de boceto, donde prueba paletas, mezcla referencias y descarta ideas antes de pasar al bastidor.
Sus colores actuales, rojos y azules en tensión, responden a los símbolos que elige y funcionan como un lenguaje emocional propio. “No busco reflejar una realidad política o social; hay mucho de mí porque es un juego que me interesa, a veces plástico y a veces simbólico”, explica. Con esta nueva serie de pinturas en desarrollo, Danna ya piensa en armar un cuerpo de obra para sus próximas muestras: un universo personal que sigue expandiéndose entre lo mítico, lo poético y lo intuitivo.
En Mendoza, el pulso creativo no se detiene: late, muta y vuelve a aparecer en formas inesperadas. Estos cuatro artistas suman nuevas miradas a un mapa que sigue expandiéndose y que confirma que la escena local está más viva que nunca.













