Skip to content Skip to footer

Amar lo inhumano: lo que enseñan las historias de monstruos sobre el romance

De La Bella y la Bestia hasta Crepúsculo, estas historias entre humanos y criaturas no son simples ficciones, sino concepciones a lo largo del tiempo sobre el amor, el deseo, la empatía y la aceptación.

Desde los libros escritos en el siglo XVIII hasta las películas hechas para pantallas de streaming de nuestro siglo, las historias de amor entre humanos y monstruos han mutado con el paso del tiempo. En esta nota te proponemos un recorrido por diferentes amores monstruosos para descubrir que estas criaturas revelan una de nuestras ansias más profundas: ser vistos, aceptados y amados, incluso en nuestra monstruosidad. 

De la Bestia al Conde: lo monstruoso en el pasado cercano

La versión más conocida de La Bella y la Bestia (1756) apareció como una suerte de manual de supervivencia emocional. La versión de Madame de Beaumont no hablaba del amor ideal, sino de cómo soportar un matrimonio arreglado. A las mujeres se les enseñaba que, con paciencia y virtud, podían “humanizar” a un esposo temible. La Bestia no era un príncipe prisionero de un hechizo, sino el reflejo del miedo real de casarse y convivir con un desconocido. El amor, en este cuento, no era deseo: era una estrategia de domesticación.

Varios años después, Frankenstein (1818) invierte este concepto. La historia de Mary Shelley crea un monstruo que no quiere ser transformado ni curado, sino aceptado. Su criatura no busca una cura, sino una mirada que vea y quiera como es. Por primera vez, el monstruo suplica empatía, no redención. Su tragedia no es su fealdad, sino el rechazo.

Y cuando llega Drácula (1897), todo se vuelve más oscuro. En la obra de Bram Stoker, el Conde no busca redención ni comprensión, sino seducción y corrupción. Su amor es una forma de posesión, donde el deseo femenino se despierta pero debe ser castigado. El Conde no ofrece consuelo, ofrece placer. El monstruo deja de ser víctima para volverse una tentación, un símbolo del deseo reprimido, del placer prohibido… y de que el mal se puede sentir muy bien.

La resignificación del monstruo: el nuevo ideal romántico

Hoy, estos “romances monstruosos” viven una época dorada. Si el contrato original era domesticar a la bestia para sobrevivir al matrimonio, el nuevo es abrazarla porque los “príncipes” del mundo real han resultado una decepción. Estas historias funcionan como una fantasía contra las fallas de la masculinidad tradicional. En un mundo donde los hombres son, a menudo, emocionalmente inaccesibles o poco confiables, el monstruo se ha convertido en el ideal romántico.

Es enorme y poderoso, pero ferozmente protector, incondicionalmente leal y emocionalmente vulnerable sólo para su pareja. Representa una fantasía de seguridad total: un monstruo tiene cuernos, pero no te mete los cuernos.

De La Bella y la Bestia a Frankenstein, pasando por Crepúsculo o El hombre manos de tijera, el monstruo ya no es necesariamente una fuerza de mal puro, sino un ser incomprendido, marginado. En un mundo que constantemente nos pide que encajemos y ocultemos nuestras imperfecciones, todos nos sentimos un poco monstruosos.

Y quizás hoy, en el fondo, lo que más queremos no es que alguien nos “arregle” o nos transforme, sino que alguien nos mire a los ojos y nos ame con todo lo que somos: con nuestras escamas, nuestras garras y nuestros colmillos.

El amor sobre toda diferencia social.

Facebook
Twitter
LinkedIn