Hay vinos que son un viaje de ida. Botellas que, una vez descorchadas, marcan un antes y un después en el paladar y elevan cualquier comida a otra dimensión. No hablamos de etiquetas predecibles sino de aquellas joyitas que esconden aromas sorprendentes y texturas que abrazan el paladar. Son vinos que cuentan historias en cada sorbo, con carácter y una identidad tan definida que podrían contarte de dónde vienen sin necesidad de palabras.
Para esta selección, le pedimos a la enóloga Martina Carrieri, de 27 años, que nos recomiende cinco vinos que hay que probar sí o sí. Esos con los que seguramente vas a encantar a tu «match de comidas», a esa persona con la que hacés planes que involucran ricos platitos y botellas que rompen el molde.
«Son vinos frescos, vibrantes, de muy buena calidad y ninguno llega a los 40 mil pesos. Si los encontrás en la carta de un restaurante, pedilos sin dudar».
5 joyas vitivinícolas que deberías probar
Cinco etiquetas diferentes, cinco razones para aventurarte a probar algo nuevo. Si te cruzás con alguno en la carta de tu restaurante favorito, ya sabés qué hacer: pedilo y dejate sorprender.
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Pedro Ximenez – Finca La Cayetana
«Es un blanco con muy buena acidez y buen cuerpo»; es un vino ideal para comenzar una reunión y también para finalizarla, una especie de despedida aromática e intensa que deja buenos recuerdos hasta la próxima vez. Proviene de un parral de 20 años plantado en Gustavo André, en el departamento de Lavalle, donde el clima es súper desértico y con temperaturas extremas, lo que lo hace un vino complejo.
Esta etiqueta, a la que llaman «la criolla blanca del desierto», la elabora Eduardo Soler en Finca La Cayetana (Maipú). Es un 90% Pedro Ximenez con un 10% del trivarietal Gewürztraminer, Viognier y Semillón, que se agrega al momento del embotellado, en forma de dosage.
«Para mí, es un vino perfecto para tomarlo con una buena picada de diferentes quesos».
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Bequignol – Livvera de Escala Humana Wines
«No es muy común encontrar vinos de esta variedad francesa»; este proviene de un parral de 1 hectárea y media de El Zampal, Valle de Uco, siendo el único plantado en Mendoza. Lo elabora Germán Masera en Escala Humana Wines, quien decidió fermentar en hormigón con racimo entero.
«Me gusta porque es un vino muy fresco, que tiene mucho aroma y color. Es liviano pero con mucha personalidad en boca también», es una etiqueta del 2022 ideal para una juntada en verano, para acompañar ensaladas agridulces y carnes blancas por su perfil a frutos rojos, sutiles, amable, con un lado salvaje.
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Semillón – Balsa de Piedra de Michelini i Mufatto
Este vino está elaborado con uva proveniente de la Finca Manoni, un viñedo histórico y muy especial en El Peral, Tupungato, de más de 100 años dando como resultado «un vino con gran personalidad y buen volumen que evoluciona muy bien en botella».
En nariz tiene aromas intensos y complejos a mandarina, ralladura de naranja, hojas verdes, flores silvestres y romero por lo que va muy bien con pescado y calabazas grilladas o queso azul. Esta etiqueta de Michelini i Mufatto se erige como su vino de villa, el cual busca ser reflejo de las distintas características del valle tupungatino: su geografía, su clima, su historia y su gente.
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Garnacha – Ver Sacrum WInes
«Es un vino tinto ligero, etéreo, matizado». Proviene de Los Chacayes, Tupungato, y tiene notas a fruta roja, «es fácil de beber». Esta Garnacha de Ver Sacrum Wines, inspirada en el sur del Ródano y en Sierra de Gredos, se fermenta en huevos de concreto con levaduras nativas, con una maceración corta y terminando la fermentación sin pieles para lograr menor extracción.
«Es una buena opción para acompañar una rica pizza un día de verano y servirla bien fresca». Se recomienda a una temperatura de entre 16º y 18º.
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Cabernet Franc – Vertebrado de Viña Los Chocos
Este vino proviene de un viñedo con mucha piedra a orillas de un arroyo seco ubicado en Tupungato Winelands. «Esta etiqueta de Los Chocos tiene mucha textura en boca y un perfil floral y herbáceo». Vertebrado busca reflejar la personalidad del suelo de la región Alta de Gualtallary, suelo de tiza con esqueleto firme que da como resultado vinos minerales.
«Es una variedad de uva que se adapta muy bien a distintos tipos de comida, desde pastas hasta un asado o, para los más atrevidos, un buen chocolate».
Sobre Martina Carrieri, enóloga y viticultora
Después de varias vendimias en Mendoza, Chile, Estados Unidos y Francia, la viticultora de 27 años decidió darle forma a su propio proyecto vitivinícola el cual todavía no sale a la luz pero ya está definido y pronto dará sus primeros frutos.
En noviembre, Marti plantó su primer viñedo, media hectárea de Semillón, en la finca de Las Compuertas donde también vive. «La idea es seguir plantando y tener nuestra propia bodega boutique que llamaremos Sangre Nueva. Queremos elaborar baja cantidad y alta calidad».
Habla en plural porque trabaja a la par de su pareja y juntos decidieron que su vino se llamará Justo y Nativa. «Somos una nueva generación que hacemos trabajos justos en la viña, eso es muy importante para nosotros; ser conscientes y sustentables, utilizar productos orgánicos y dejar la flora nativa del lugar para que cada botella represente el paisaje de nuestra finca».
Martina representa a la nueva generación de enólogos que busca acercar el vino a todos, rompiendo barreras y animando a probar etiquetas diferentes. Si hay algo que define a los cinco vinos que recomendó, es precisamente eso: son una invitación a descubrir nuevas experiencias en cada copa.