En Dan Alterman parece darse la expresión de los elegidos. No es que el joven chef (nacido en Buenos Aires en 1988) haya preferido la cocina: fue la cocina la que lo eligió a él, cuando coqueteaba un poco con la Economía. No es que haya pedido a Francis Mallmann que lo pusiese a trabajar con él: fue el cocinero más importante de la Argentina quien lo eligió entre sus muchos discípulos. No es que pensara en Mendoza como destino: fue Mendoza la que lo adoptó como uno de sus chefs más talentosos desde que está al frente dela cocina de 1884 (justamente, el restorán de Mallman en la bodega Escorihuela). La razón de que Alterman tenga el signo de los elegidos parecer ser que prefiere, antes que nada, seguir sus impulsos. Nutrirse de los sabores, olores y sensaciones que supo captar, con fino saber, en su infancia, para transformar ese caudal de sentidos en los platos de que disfrutan sus comensales. «Soy impaciente», explica a la hora de definir esa inquietud que lo impulsa a seguir adelante. A seguir siendo un elegido.
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