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La Ruta de los Huesos

Dos mendocinos entre Los Piyus, Carlos Pulenta y Patricio Buteler, forman parte de la expedición de 19 hombres que atraviesan en moto el tramo abandonado de la Ruta de los Huesos en Siberia. Acá parte de la historia.

En un almuerzo de campo durante la presentación de los nuevos vinos de Finca La Anita, me tocó compartir la mesa con Carlos Pulenta. El bodeguero, amigo de Manuel Mas -nuestro anfitrión-, nos contó de Los Piyus.

De su relato, fue cautivante escuchar la historia del viaje por La Ruta de los Huesos en Siberia. Entonces, el anticipo de Carlos sobre la edición del primer libro centrando los viajes en la experiencia por el territorio soviético generó expectativas. Finalmente la edición se concretó y el libro «Siberia, Road of Bones» nos lleva a repasar la aventura con gran cantidad de fotografías y una crónica que podría ser el puntapié inicial para un documental de NatGeo.

Un Camino macabro. Bajo este título Los Piyus inician su historia. Recorrerán 600 kilómetros desdibujados de una ruta mítica y siniestra.

En 1932 Stalin ordena construir un camino que uniera de este a oeste toda la región siberiana oriental para unir Yakustk con Magadán. Con ocho meses de inviernos crudos y cuatro meses  de veranos atestados de «mosquitos, pestes y pantanos» el  dictador envía a los prisioneros como obreros. La construcción demandó 21 años, tiempo durante el cual mueren 160 mil hombres por mes, un total de 3 millones de personas, según los historiadores.

Cuentan Los Piyus en su libro: «los cuerpos se van abandonando en el lugar donde caen muertos, por la insensibilidad siquiera de trasladarlos; pero además, porque sirven a un propósito estructural: los huesos pueden rellenar el terreno barroso donde lograr una base firme es una tarea titánica. Una solución relativa ya que las inundaciones de los veranos provocan que los huesos suban a la superficie. Un escenario macabro que hace, incluso hoy, que el trazado de más de dos mil kilómetros de muerte y sufrimiento sea un revuelto de huesos humanos y ripio». Calculan que se enterraban 1700 cadáveres por kilómetro.

Los Piyus deciden recorrer 600 kilómetros -de los 2032 que tiene la carretera- entre Magadán y Tomtor que fueron abandonados definitivamente en la década del 70. Se trata de «seiscientos kilómetros que no pudieron resistir el paso del tiempo, esos que quedaron aislados por el abandono y bajo el más sepulcral de los silencios, el de sus muertos, únicos testigos de tan dantesca construcción», cuentan en el libro.

Inician la travesía en la primavera rusa, en mayo, son quince motos acompañadas de una F150 con provisiones y un viejo camión ZIL soviético que los salvará en más de una ocasión.

Durante la aventura en la más absoluta soledad siberiana encontrarán vestigios de la era stalinista, pueblos fantasma, ciudades perdidas, uniformes y máscaras de guerra. Viajarán a 6.4 km por hora durante seis días, atravesarán 35 ríos, dormirán en carpa y se nutrirán con packs de comida envasada al vacío por la Nasa. Verán osos, jaurías de lobos, «billones de mosquitos» y ningún ser humano. Extenuados pero felices llegarán a su objetivo: la ciudad de Tomtor para guardar las motos y empezar a pensar el próximo plan.

Los Piyus que hicieron el viaje a la Ruta de los huesos fueron: Manolo y Bonifacio Lastra, Gastón Bodelois, Ignacio Elhaiek, Julián Randle, Carlos Pulenta, Roberto y Alejandro Levingston, Mariano Mendiberi, Ignacio Monaco, Luciano Rizzi, Ezequiel Ezkenazi, Patricio Buteler, Guillermo Rodríguez, Eduardo Montaner, Rodolfo Williams, Diego Angelino, Ezequiel Huergo y Juan Carlos Villa Larraudet.

Nota: Valeria Mendez

Fotos: Reproducciones del libro Siberia Road of Bones, Los Piyus.

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