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Facundo de la Rosa: artista en estado puro

La música y la plástica convergen en este mendocino de una manera muy personal. Aquí explica cómo eligió dedicarse de pleno a la actividad artística o, como deja entender, cómo el arte lo eligió a él

Facundo de la Rosa tiene ese don tan difícil de conservar: ser artista en estado puro, sin contaminaciones mercantiles, ni de marketing ni de merchandising. Sólo su cosmogonía y el arduo trabajo de plasmarla, de manifestarla a través de la xilografía, el dibujo y la escultura.

En su casa-taller, una imprenta a lo Gutenberg es el mobiliario principal de la recepción. Su aparato fetiche, la herramienta fundamental donde imprime sus grabados.

Lo conocí cuando cursaba los últimos años de la escuela de Bellas Artes, cuando –al decir de él– «teníamos ese filtro tremendo que tienen todos los jóvenes, ese filtro que va descartando opciones: “¿seré plástico, seré músico….?”».

En su caso la música y la plástica convergen de una manera muy personal. «La obra es transmisora de vibraciones –dice–, y trazo una analogía entre la música y la plástica. Siento una tremenda conexión entre la pintura y el teclado, en cambio cuando hago esculturas en madera, siento que la analogía se da con la percusión».

Entonces nos muestra un águila que surge de la madera con encastres que le dan forma, y una cabeza maravillosa que parece un ser del espacio, un guerrero romano, o ambas cosas.

«Las neurociencias han avanzado mucho en este tiempo, y han descubierto que la estructura cerebral del tallador es similar a la del percusionista, es rítmica», confiesa mientras enseña unas aguilitas talladas en álamo.

«Mi estructura cerebral, mi hardware, viene así desde niño, he tenido siempre la gimnasia de la plástica y le he dedicado mucho tiempo. Sin embargo durante una época tuve como un smigoleo existencial, y me preguntaba si dejaba de estudiar artes y me dedicaba a viajar… Mi padre me decía que terminara la carrera, y estaba en ese devenir cuando un día me cruzo a un linyera que se para frente a mí y con las manos abiertas y sus brazos me dice: “¡hágale caso a su papá y estudie arte!”. Juro que no estaba bajo los efectos de ninguna sustancia. Sucedió así y ya no me lo cuestioné más».

Para Facundo estas vibraciones del arte llegan a la gente: «He podido ver cómo el arte se inserta en la gente, los que estamos en este camino nos cuestionamos todos los días, ¿para qué lo hago, por qué lo hago? Y una de las respuestas es que el arte es un disparador para elaborar conceptos complejos del ser humano».

Facundo siempre fue artista, dibujante por sobre todas las cosas. Su elección fue preservarse, mantenerse en esa línea, ser implacable con su don. «Es un gran trabajo, todos creen que ser artista es ser un hippie, y se trabaja mucho». Lo dice mientras explica el proceso que lleva cada grabado, desde la talla de la matriz hasta lograr la impresión perfecta. «Llegar  a una buena copia del grabado es una cuestión de cirugía clínica», dice y asegura que «la cosa minuciosa lo templa», en algún sentido lo calma, le da paz.

Facundo es muralista de Las Heras donde ha plasmado 17 obras en diversos lugares de esa ciudad. Ha expuesto en Buenos Aires, México, Chile y hasta en Zimbabwe (África). Tuvo la oportunidad de formarse primero en la escuela de Bellas Artes con maestros como Severino, Scacco, Sarelli, Caner y el Chalo Tulián. Se recibió de profesor de Artes en la UNCuyo.

Este mes expone más de 50 xilografías de su autoría en el ECA, en la sala semicircular, dentro de una gran muestra denominada Grabado, en la que estarán presentes grandes de la Litografía argentina como Clorindo Testa, León Ferrari y Luis Felipe Noé. Un lujo por donde se mire.

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