Hace rato que Mendoza se convirtió en uno de los destinos favoritos de la Argentina y de Sudamérica para visitar. Podemos decir que es -casi- una meta obligada. Por el vino principalmente, por la montaña, por los deportes de aventura, por la gente.
Extranjeros de todas partes y argentinos de distintos puntos del país pasan en promedio de dos a cuatro días conociendo y disfrutando los atractivos de nuestra provincia. Y muchos de esos visitantes eligen los hostels para alojarse.
Son variadas las opciones a la hora de elegir, un proceso que generalmente se hace a través de páginas de internet o buscadores específicos. Aunque claro, las recomendaciones que van “de boca en boca” son siempre valiosas y muchas veces hasta decisivas. Entre los hostels mendocinos hay “clásicos y famosos” que nunca pasarán de moda, los viejos casi desconocidos, y también alguno nuevo, radiante y prometedor, que acaba de inaugurar.
Entre los de más experiencia y renombre podemos nombrar a Damajuana -Arístides Villanueva-, Internacional -Av. España, a metros de la Casa de Gobierno-, Lifehouse -Gutiérrez-, Empedrado -Patricias Mendocinas- y Álamo -Necochea-, todos en la Ciudad e ideales para moverse a pie. Recientemente inaugurado, uno que promete por su reluciente fachada y ubicación es Jaque Mate -Olascoaga-, a metros de Arístides, punto de encuentro obligado repleto de bares, restaurantes y locales comerciales.
En IMNENDOZA.com nos preguntamos cuáles son las razones que llevan a un turista a elegir un hostel por sobre el resto de los alojamientos. ¿Tiene que ver con la economía o con el hecho de sociabilizar, de conocer, de querer compartir tiempo y experiencias con otros? ¿Qué particularidades tienen esos huéspedes?
Partiendo de la base de que hay otros alojamientos de igual o similar precio, como los hoteles de una o dos estrellas, por ejemplo, que ante la gran oferta y competencia comenzaron a perder público y tuvieron que bajar sus tarifas y equipararlas con las de los hostels, o el sistema “airbnb” que permite alquilar la habitación que una familia no usa o incluso hasta un completo departamento o casa, quienes se hospedan en hostels buscan algo más que cuidar su economía.
Solos, en pareja o en grupos pequeños, muchos viajeros prefieren resignar comodidad y privacidad, entre otros aspectos, precisamente por la posibilidad de ganar amigos o simplemente compañeros momentáneos de ruta.
Un 30% de los huéspedes viaja solo -generalmente jóvenes- y el 70% restante son grupos chicos, de 2 o 3 personas. La cantidad de camas por habitación va de 2 a 10, en promedio. En algunos hostels se diferencian las habitaciones de mujeres de las de hombres, pero en otros los géneros se mezclan.
“En Mendoza, el huésped de hostel busca dos cosas. Un punto es la economía. Todo dólar que se ahorren, multiplicado por 180 días, por ejemplo, es bastante. Y puede significar nada más y nada menos que un mes más de viaje. Muchos extranjeros viajan 6, 7 meses, por eso siempre quieren gastar poco”, asegura Jorge Susso, propietario desde hace más de una década del hostel Lifehouse.
“El otro punto es sociabilizar con la gente que está en la misma onda que ellos. Muchos llegan solos, conocen a alguien en el hostel y se van juntos a otro lado. Encuentran rutas en común, porque casi todos suelen hacer el mismo recorrido por el continente o el país, de norte a sur. Viajar alrededor del mundo, conocer lo más que se pueda, estar en contacto con otra gente. Esos son los objetivos de la mayoría”, cuenta.
Dentro del hostel, los huéspedes comparten espacios comunes como la cocina, el comedor, el living, una sala de estar. Y en caso de tener, también el patio o jardín, la pileta y la churrasquera. En cuanto a las actividades, es común que nuevos amigos, hasta ayer desconocidos, decidan compartir excursiones, paseos en bici por las bodegas, idas a la montaña, a las termas de Cacheuta, al parque Aconcagua, etc.
Y si bien no existen limitaciones etarias para ser huésped de un hostel, son los jóvenes de entre 20 y 30 años quienes más eligen este tipo de alojamiento. “Depende más que nada de la actitud de cada uno”, afirma Jorge. Cuando los hostels mencionan la “juventud”, no lo hacen tomando como parámetro la edad, sino el espíritu.
La comodidad y la privacidad, el ruido -“que para algunos puede ser un factor negativo y para otros algo positivo si estás en la misma…”, señala Jorge- y la eventual desaparición de la comida que se guarda en la heladera de uso común son algunas de las contras de hospedarse en un hostel.
Del otro lado, del de los pros o beneficios, está el encuentro, el intercambio cultural, el compartir, y hasta el hecho de poder entablar una amistad, ocasional y finita o profunda y duradera. Además hay un plus para quienes nos visitan: seguramente habrá siempre entre los huéspedes algún argentino que inicie una ronda de mates o que proponga ser el asador, que toque la guitarra, que enseñe a jugar al truco y hasta -por qué no- que se ponga al frente del grupo a la hora de “encarar” en el boliche.
Todo hará a la fascinante experiencia de convivir con gente de distintos lugares y culturas. Sin dudas ese será el mejor souvenir.
